lunes, 7 de diciembre de 2015

¡No me gusta el parque de Bello!

Desde que llegué a vivir a Antioquia hace casi un año, escuché a las personas sensibles a la energía vital de la Creación exactamente la misma frase. Por ese entonces vivía en Copacabana, desempeñando una labor sanadora en la farmacia Clarines. Más de una vez pasé por el parque en la moto de mi amado sin quedarnos mucho tiempo, sentía algo extraño pero no le presté atención suficiente.

Ir y venir de grupos de meditación a gente corriente en el parque de Copacabana me dieron pie para escuchar diferentes percepciones, por lo que la espinita se fue quedando clavada en mi mente. Y llegó el día con las circunstancias propicias para salir sola a sentir.

El parque de Bello está estructurado como una plazoleta con cuatro secciones para sentarse y un gran árbol abuelo ubicado en el centro. Está rodeado por dos iglesias católicas, la iglesia de Nuestra Señora del Rosario (aunque está coronada por María Auxiliadora, matrona a la que está dedicada el departamento) y la capilla de Hatoviejo. En los otros costados se encuentran locales comerciales.

Di una vuelta de reconocimiento y tomé algunas fotos. Sentí el bochorno del mediodía y la sombra del abuelo me invitó a sentarme. Justo frente a él y habiendo tomado las medidas protectoras del caso, me encomendé a la Gracia de la Diosa (tracé un pentagrama mentalmente, consulta cómo hacerlo aquí) y reposé al buen resguardo del abuelo.

Aunque empecé con las piernas cruzadas, la reverencia hacia el árbol pudo más y las descrucé. Sentí una punzada leve en el centro del pecho: el corazón energético estaba buscando abrirse más. Cinco hombres se sentaron junto a mí en el tiempo que pasé en el parque, mas ninguno obtuvo nada de mi interés. Gente yendo y volviendo, vendedores de postres y helados, documentos en mano, bolsas repletas de objetos y dos chicas con apariencia impecable pidiendo monedas fueron los personajes de este momento.

Y el árbol comenzó a contarme historias... De gente haciendo tratos oscuros... De magia de "amor" en contra del libre albedrío de los conjurados... De muchachos inconscientes... De todas las almas que había visto partir... Pero también me contó de los ratos de gozo de la gente a su sombra, de los juegos de los enamorados, de los pactos inteligentes de los habitantes y de los paseos que se gestaban frente a él.

Cuando volví a estar conmigo luego de tan bello compartir, había una pareja de amigos buscando plan. Un hombre mayor pasando frente a mí buscando conversar. Y yo, ya con el deber cumplido, me marché. En medio de los ángeles, las estrellas y las lunas caídas como parte del alumbrado navideño, sentí que estas figuras estaban ayudando a depurar todo el dolor que había presenciado el abuelo árbol.

Gracias, querido lector. ¡Déjame tu comentario y comparte!

Bendiciones,

Dhana.

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