Cuando era adolescente, tenía mucha curiosidad por aquellas cosas que aparentemente están prohibidas, pero resultan ser tan interesantes que terminé cayendo en ellas. La curiosidad no ha terminado de matar a esta gata.
Tenía una afición ya adquirida a la lectura, así que un día empecé a leer de oráculos simplemente porque la monja que nos dictaba clase de religión (qué eufemismo) en el colegio nos había dicho que la magia y la adivinación estaban prohibidas en la biblia. Aun así, mi interés se mantuvo intacto y siguió despertándose hasta mi edad adulta. Seguí leyendo de círculos mágicos, de mancias, de la espiritualidad de otras religiones y claro, de hechizos y métodos de meditación. Pero... Sin atreverme a practicar. Me aterraba la idea del infierno cristiano.
Cuando llegó mi primer tarot, supe que había algo para despertar ahí. Saqué las cartas y mi sorprendido padre (alma bendita) me dijo: "¿Es que eres bruja? ¿Cuándo me lees las cartas?" Agaché la cabeza, me sonrojé pero seguí en lo mío.
Con el paso de los años, llegaron las runas y me atraparon. Cada una de las letras del Futhark me hablaba y también me sacudía a bofetadas. Con el tiempo también aprendí que el pasado y el futuro no se leen, porque el presente es el momento de mayor poder. Del pasado solamente quedan los aprendizajes que rigen (o no) el presente y del futuro no hay nada hasta que tu presente lo determine.
Y heme aquí, luego de un laaaaaaaaaaaaargo debate interno, ofreciendo mis servicios para que tú, mi queridx lectorx, tengas una terapia de Reiki y una lectura de runas de mis manos. ¡Anímate, por amor a ti!
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